En años anteriores se me encomendó la
tarea de enseñar ética profesional a nivel universitario. Fue un reto inmenso,
pero en él aprendí que llevar el asunto de la ética de la teoría a la práctica era un reto mayor.
Esta semana fuimos espectadores de un hecho más que bochornosos, por así decirlo. El delantero de la selección Uruguaya de fútbol Luis Suarez, agredió a un jugador del equipo rival (Italia) sin balón, asestándole un mordisco en el hombro. Aparte, de ser un hecho que raya mas allá de lo ¨real maravilloso¨, ya que ni Gabriel García Márquez hubiese podido narrar tal escena en una de sus novelas, (ya que se sale de toda comprensión de la realidad) es una falta a la ética profesional.
El fútbol, un deporte que convoca a millones de personas en el mundo y que debería ser espacio para la
recreación y la lúdica, se convierte en un campo de batalla, en el cual hombres
carentes de valores, agreden violentamente y sin previo aviso a su contrincante.
¿Quién esperaría en medio de un encuentro
de fútbol, un mordisco de su contendor? Es más, a quién se le ocurre morder a alguien
en medio de un juego, en medio del Copa del Mundo donde millones y millones de
personas están observando dicha conducta.
Lo grave del asunto y realmente indígnante, no es el mordisco. No, es la actitud de las personas que en vez de salir rechazar tal acto, salen a criticar a la FIFA
por la sanción. Esto, me recuerda, un incidente similar pero en otro contexto;
el escolar. Un estudiante de último grado de bachillerato, próximo a graduarse;
quien posee en su récord un comportamiento inapropiado y que ha sido advertido
en previas oportunidades que al menor hecho de indisciplina sería sancionado
dado su registro de ¨conducta¨, agredió a un compañero en medio de la clase. El
estudiante se sancionó y al final del año lectivo perdió el año escolar y no se
pudo graduar. El padre del estudiante acudió presuroso a la institución a pedir
audiencia ante el consejo directivo, para exponer el caso de su hijo. Después de
varias horas de debate, ¡oh sorpresa! el
padre acusa a los docentes de ser los culpables de que su hijo no se graduara,
en vez de sancionar moralmente a su hijo por las acciones reiterativas y fuera
de toda norma de convivencia. Decide responsabilizar a los demás y no a su hijo por
las consecuencias de sus acciones.
En conclusión, si enseñáramos a nuestros jóvenes a asumir la responsabilidad de sus actos y si como sociedad aprenderíamos a sancionar moralmente acciones como la de Luis Súarez, tendríamos mejores seres humanos en nuestra sociedad y un mejor fútbol para ver.
En conclusión, si enseñáramos a nuestros jóvenes a asumir la responsabilidad de sus actos y si como sociedad aprenderíamos a sancionar moralmente acciones como la de Luis Súarez, tendríamos mejores seres humanos en nuestra sociedad y un mejor fútbol para ver.
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