LIBERARNOS DE LAS PRISIONES Y REIVINDICAR LA INDIVIDUALIDAD SOBRE EL COLECTIVO; Una tarea de todos los días.
Varios experimentos han tratado de explicar el comportamiento del individuo cuando está en situaciones específicas o su comportamiento en medio de las masas. Sírvanse estos explicar el comportamiento en situaciones cotidianas con los equipos de trabajo o en las organizaciones. Antes de enunciar mi tesis, quisiera nombrar uno de estos experimentos para ejemplificar el contenido del presente artículo.
El experimento de la Cárcel de Stanford famoso este no solo por sus resultados sino por la gran controversia que generó. En él, un grupo de individuos es contratado para que cumpla ciertos roles, al interior de una prisión ficticia con ciertas características especiales. Un grupo de individuos desempeñarían el papel de guardias y otros el de reclusos. La única instrucción recibida por los guardias era la siguiente “Podéis producir en los prisioneros que sientan aburrimiento, miedo hasta cierto punto, podéis crear una noción de arbitrariedad y de que su vida está totalmente controlada por nosotros, por el sistema, vosotros, yo, y de que no tendrán privacidad... Vamos a despojarlos de su individualidad de varias formas. En general, todo esto conduce a un sentimiento de impotencia. Es decir, en esta situación tendremos todo el poder y ellos no tendrán ninguno”[1]. Después de seis días y tras cancelar el experimento prematuramente estas son parte de las conclusiones:
1. La gente es fácilmente impresionable y demuestra obediencia cuando se le proporciona una ideología legitimadora y el apoyo institucional. De igual manera el experimento sirvió para ejemplarizar el poder de la autoridad y la disonancia cognitiva.
2. Refuerza el concepto de las teorías de la atribución situacional como predominante frente a la teoría de la atribución disposicional. Esto significa que fue la situación creada y no las características de la personalidad las que crearon la situación.
En las organizaciones se crean situaciones de poder generadas usualmente por la jerarquía que otorga la institucionalidad o por los roles que desempeña cada uno de sus miembros. El poder es un elemento no tangible que puede ser materializado en la imposición de las formas de pensamiento o en la disposición emocional de los individuos. En algunos casos los individuos tienden a imitar a sus jefes o superiores porque piensan que las acciones que estos llevan a cabo son las correctas “por algo son los jefes” se suele decir.
Para seguir ejemplificando, si el jefe grita, los demás se creen en el derecho de gritar, si el jefe insulta, los demás se creen con el derecho de insultar. Se van creando una serie de comportamientos, que se dan por aceptados y son una cadena difícil de romper; por que en los hábitos de las empresas se crea parte de la cultura organizacional. Al mismo tiempo, si los jefes no se manifiestan por este tipo de conductas llevada a cabo por los empleados y mandos medios es como si de hecho se aceptara tal comportamiento. Si por el contrario, hubiese un rechazo total y un castigo moral del resto de compañeros, de seguro que las personas que incurren en esta falta de buenas maneras no lo harían. Pero si por el contrario, para ser “aceptados” en lo grupúsculos de la organización nos adherimos a tal comportamiento; quiere decir esto, que al igual que en la prisión de Stanford perdemos la propiedades de nuestra individualidad y acríticamente nos dejamos llevar por la situación o por la masas.
Sea este artículo un elemento de reflexión para convertir las buenas maneras y la educación en nuestra lucha cotidiana. Por encima de las manifestaciones poco educadas o éticas que puedan tener nuestro jefes, mandos medios o compañeros de trabajo. Levantemos la voz para decir basta y para mostrar que le virtud prevalece frente al vicio de la mediocridad y la grosería.
Mg. Bladimir Ortiz
Ciudad de NY, 05-21-12
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